Soy madre de dos niños, uno que cumplirá en pocos días tres años y otro hijo de cinco. Ha sido una gran enseñanza el ser padres pues tanto en los momentos complejos como en los más sencillos apreciamos que la infancia es una gran maestra, nos enseña con su sencillez, amor, y en este confinamiento su capacidad de adaptación queda más latente que nunca. Todos están felices porque sus padres están mucho más presentes en las interacciones que lo que les podemos ofrecer en las rutinas diarias (pese a que nuestras intenciones sean buenas).
Durante este periodo juntos en casa hemos intentado incidir más en reforzar el vínculo, en escucharnos, darnos cariño, más presencia, compartir momentos de todo tipo más que en estar pendientes de lo académico (y cuando se ha incidido en esto último ha sido a través del juego y cuando estaban receptivos, aunque no siempre era fácil centrarlos pues su deseo estaba en otro tipo de juegos).
Desde sus respectivos centros escolares las actividades propuestas fueron siempre voluntarias, incidiendo en lo sensorial, en tareas lúdicas que implicaban a la familia, algo que nos ha gustado y apreciamos. A pesar de todo esto me entristece saber que otras personas han tenido una carga de tareas exagerada, algo que no veo lógico. Seguimos siendo mayoritariamente una comunidad educativa que imita el modelo de rendimiento y productividad de la sociedad actual, en donde no nos permitimos “parar” pues podría interpretarse como “flojera”, “ser vag@s”, etc, y erróneamente existe la creencia de que continuamente “hay que hacer”, “ tener el tiempo ocupado en algo”. Y sin embargo, en todo momento he considerado que esta experiencia que estamos viviendo por esta pandemia podría suponer una oportunidad de autoreflexión y conexión.
Esta era el momento propicio de ponernos en el lugar de otros y entre esos “otros” están los niñ@s y no tan niñ@s. En una situación así es recomendable crear el espacio para pararse a pensar cada uno acerca de cómo nos trastoca esta situación, que nos quiere decir la vida con todo esto? Seguro que varios nos hemos hecho estas preguntas. Por mucho que observemos que la infancia y adolescentes lleven bien este confinamiento con risas, juegos, entretenimientos, o que se evadan con las pantallas, el proceso de torbellino de sentimientos o emociones se lleva por dentro, y cada uno de ellos estará interpretando esta vivencia como buenamente pueda muchas veces condicionado por lo que se le haya transmitido a su alrededor (Miedos, preocupaciones en la familia por pérdidas de familiares y de trabajo, el cómo se afronten las medidas de prevención, las convivencias, etc).
Las situaciones de cada familia no son las mismas. A mi parecer no se han atendido las necesidades emocionales de la infancia lo suficiente, no con la sensibilidad que todos merecemos. Se ha potenciado el seguir “haciendo y generando”, “el ocupar el tiempo” lo cual fomenta el evadirse y no pararse a pensar . Considero que se podrían haber incluido programas de mindfulness (o atención plena) y gestión emocional pues lo que precisan las familias en momentos como estos es un acompañamiento de este tipo, invitar a la calma, identificar emociones, aceptación, canalizar frustraciones, observar ese mundo interno que en muchos casos es caótico, conflicitivo, o con dudas. Parece que esto queda en un plano secundario pues se considera que ya cada cual lo lleve a cabo como pueda, pero esto hubiese aportado herramientas a muchas familias y el poder aprender juntos nuevas técnicas, pues no hay nada más bonito que aprender padres, abuelos e hijos juntos, al menos darles esa posibilidad de acercamiento a programas de este tipo.
En la televisión prácticamente se abordaban noticias acerca de esta pandemia a cualquier hora lo cual te dejaba afectada pues tantos fallecimientos juntos duele y cuesta asumirlos, aunque sean personas que no conocemos. ¿cómo una persona joven no puede verse afectada por ello ? Lo académico es importante pero en momentos así enseñamos mucho más a nuestros hijos y comunidad proponiendo actividades que ayuden a expresar. Asi este alumnado también recordará esos mismos gestos de atención y empatía y actuará del mismo modo con otros. Estamos formando personas no máquinas, esto debería ser la base para transformar la sociedad hoy, no en un futuro. No tengamos miedo a actuar desde el corazón, para cambiar ciertos aspectos, una educación más humana, más empática y se demuestra con hechos.
Creo que el miedo a veces paraliza a la sociedad… ayudemos a la infancia y a los jóvenes a aprender a autoregularse, pues esto facilita a las personas y a la sociedad en general a actuar y a relacionarse de otras maneras . Todo esto debería ser la base fundamental del currículum escolar y a partir de ahí el resto de aprendizajes se van nutriendo y produciendo de manera más fluída y segura.
Otro de los aspectos del que ya era consciente antes del confinamiento es el reducido espacio de las viviendas, que no facilitan el compartir algunas actividades familiares, pequeñas cocinas en las que hay que hacer números para compartir una receta de cocina con nuestr@s hij@s. Esto también influye en las emociones de l@s niñ@s porque son hogares en los que hay que estar buscando muchas alternativas para poder jugar en habitaciones de reducidas dimensiones, etc., Tampoco hay lugares comunes en los edificios donde compartir con otros vecinos (me refiero a momentos fuera del estado de alarma). Esto limita los movimientos de los niños, aumenta frustraciones y las de los padres. Supongo que esto también se irá cambiando en el futuro por los respectivos profesionales del diseño y construcción, al menos eso espero.
El primer día que salimos (el domingo 26 de abril) mis hijos lo experimentaron como si el dia anterior hubiesen bajado a la calle, estaban contentos y fueron bastante precavidos. Lo mismo observé en muchos otros. Yo, por una parte feliz de verlos así, pero a la vez me sentía frustrada y molesta pues en una hora no podía ofrecerles a mis hijos más que aceras, pero fuera de este periodo de estado de alarma ya he reivindicado mucho el que podamos disfrutar de más zonas verdes en los barrios, y las pocas que existen en el casco urbano presentan muchos excrementos de mascotas pues sus dueños no los recogen, lo cual limita el que se pueda jugar allí. Esta falta de espacios donde compartir, correr, trepar, explorar, etc, es otro punto que influye muchísimo en las emociones de la infancia, de adultos, de ancianos, pues la naturaleza es parte esencial del ser humano.
Cuando l@s niñ@s juegan libremente en ella , con el tiempo presenta un mejor desarrollo motor, cognitivo, sensorial, afectivo, social, etc. Crear espacios hermosos no es poner parques de caucho o goma, quitar los pocos árboles que hay por si se cae una rama encima de alguien, poner cuatro bancos y que no falte una tirolina… es una pena pues este tipo de parques tiene un coste altísimo.
Tan solo dejando zonas verdes con árboles, algunos banquitos a la sombra, tierra para que manipulen, y limpios de excrementos, es suficiente para que sean lugares a los que todos queramos acudir para pasar un rato de convivencia mientras ellos juegan con los distintos elementos de la naturaleza (charcos, piedras, hierba, etc). Dejar lugar a la imaginación y al juego libre es muy importante en estas etapas. Espacios libres de circulación de coches, para que todos nos sintamos más cómodos cuando bajamos a la calle con ellos.
Espero que pasado un tiempo tras esta pandemia logremos relacionarnos unos con otros sin temores a contagios, a tocarnos y abrazarnos, pues ya era evidente antes esa sensación de pérdida de comunidad y de barrio que muchos de nosotros vivíamos de pequeños y que tanto extraño, creo que es básico e importante recuperarlo pues deseo para mis hijos el que tengan la oportunidad de poder relacionarse con las personas que conforman un barrio de manera cercana y cordial, donde les interesen como están las personas que les rodeen, sea cual sea su edad, algo muy importante a potenciar. Durante esta pandemia hemos visto como muchos niños perdieron a abuelos o a conocidos del barrio, algo difícil de asumir para ellos en tan poco tiempo .
A propósito, acabo de recordar que otro reto a afrontar en los próximos meses y que también afectará a muchos niñ@s es la conciliación laboral.
Todo esto que he explicado anteriormente, y muchos más aspectos, siento que influyen en esta etapa de confinamiento. Cambiemos ya la mirada con la que observamos la sociedad actual, para poder vivir como realmente sentimos, es posible hacer mejoras, solo hay que intentarlo y darle la vuelta al mundo! Es la mejor manera de propagar una ola de cambios positivos desde las distintas profesiones que conforman esta sociedad, y la educación es un eje tremendamente importante como para seguir reproduciendo viejos patrones obsoletos. Dejemos de tomar decisiones por la infancia y jóvenes sin tenerles en cuenta desde organismos públicos y desde las familias.
No olvidemos que hace varios años fuimos nosotros es@s niñ@s, y que agradecimos que nos escuchasen y nos tuviesen en cuenta, son ciudadanos como cualquier otra persona, y les debemos el mismo respeto que nos tenemos entre nosotros, y ese respeto del que hablo tiene en cuenta el cómo les puede afectar esta vivencia tan nueva para todos, y dejarles tiempo para “atenderse”, para “entenderse” y para aprender a darse lo que precisan. Es hora que los adultos aprendamos hacerlo también, pues es evidente que sino lo estamos proponiendo en momentos complejos como estos y se les sobrecarga de tareas, es porque no nos lo estamos permitiendo a nosotros mismos. Buscamos ocupaciones por las redes, varias videollamadas, etc- Los adultos no respetamos nuestras propias emociones, no las abrazamos, fruto de la educación recibida.
En definitiva ¿nos animamos entonces primero a atender a la gestión emocional en tiempos de crisis para así poder acompañar a los demás desde una perspectiva más cercana, con humildad y respeto? Ahí lo dejo. Un gran abrazo de una madre y profesional enamorada de cambios educativos que pueden mejorar este mundo.